El arte de mirar y describir: Naturalistas, botánicos, herbolarios y aficionados

La observación y descripción de la naturaleza, en especial de plantas, flores, árboles y hierbas ha sido foco de atención y fuente de admiración de científicos, viajeros, artistas y aficionados. La Biblioteca Nacional conserva dentro de sus colecciones material variado y diverso que permite conocer, a través de distintos formatos y disciplinas, aproximaciones y enfoques del noble ejercicio de la contemplación de la flora de Chile. Este especial, reúne en un ejercicio no exhaustivo, algunos de esos documentos, como una nueva invitación a emprender una travesía como la que en 1830 emprendió Claudio Gay.
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"No son los funcionarios públicos,
sino los poetas quienes, en último término,
salvarán la vida de los árboles"
Uno de los documentos más antiguos sobre botánica que conserva la Biblioteca Nacional, es el libro Flora peruviana, et chilensis publicado entre 1798 y 1802 por los botánicos españoles Hipólito Ruiz y José Pavón. Ambos, fueron parte de la Expedición Botánica del Virreynato del Perú que partió de la ciudad de Lima en 1778 y que concluyó, diez años más tarde, luego de haber recorrido Perú, Chile y Ecuador.
Algunos años más tarde, en 1830, el naturalista francés Claudio Gay firmó el contrato que, por encargo del Estado chileno, lo llevaría a emprender una travesía desde el Desierto de Atacama hasta la Isla de Chiloé. La empresa estaba destinada a la descripción del país en sus aspectos geográficos, geológicos, botánicos y zoológicos: "Con la claridad posible describiremos cuántas plantas y cuántos animales hemos logrado descubrir en el suelo chileno […] He consagrado diez años en busca de ellos; he permanecido sucesivamente en cada una de las diez provincias que componen la república; y por consiguiente, he recogido la mayor parte de sus productos" escribe Claudio Gay en el prólogo al tomo I de su libro Botánica publicado, entre 1845 y 1853, por el Museo Nacional de Historia Natural.
El trabajo de Gay fue uno de los primeros esfuerzos por documentar el territorio que ocupaba Chile y, ciertamente, fue -desde la descripción y observación botánica- inspiración y modelo para una amplia variedad de obras posteriores.
Entre 1925 y 1927, el misionero capuchino Ernesto Wilhelm de Moesbasch sostuvo reuniones, "sobre todo en los meses de invierno", con el cacique mapuche Pascual Coña. Según el mismo sacerdote señala, si bien tenía conocimiento de la lengua a partir de las publicaciones de Rodolfo Lenz y Félix José de Augusta, tenía la convicción de que "un idioma tan extraño al sentir europeo" solo podía ser adquirido mediante el trato oral. Así, las sesiones inicialmente dedicadas al estudio de la lengua, permitieron luego a Moesbach, tratar con el cacique "sobre toda especie de asuntos, ocupaciones, costumbres y usanzas". "Apunté -señala en Vida y costumbres de los indígenas araucanos en la segunda mitad del siglo XIX- literalmente todas las explicaciones que me dictó" (p. 8).
Un rasgo particular del relato de Coña llamó la atención del capuchino: "El desarrollo de las descripciones es muy pesado y lento […] El mapuche enumera todos los detalles: o dice todo o no dice nada". Este aspecto es el que se observa con especial nitidez en el capítulo "Mi tierra natal y su naturaleza": "Los mapuches antiguos tenían buenos conocimientos de todas las cosas existentes […] Yo también soy conocedor de los seres que hay en mi tierra de Rauquenhue y en otras regiones: pues viajando corrí medio mundo. De todo eso hablaré en lo siguiente […] Ahora voy a referir a las cosas que hay en esta tierra. Una parte se llama animales, la otra vegetales grandes y chicos. Además hay muchísimas cosas que ni viven ni crecen" (pp. 78 y 84). Comienza así una detallada descripción de la flora de la región, complementada por observaciones del narrador sobre sus usos y particularidades, además de contribuciones de otros caciques, naturalistas y científicos que permitieron al misionero capuchino vincular el relato con las clasificaciones botánicas conocidas hasta ese momento. Los estudios emprendidos por Ernesto Wilhelm de Moesbasch, a partir de esta y otras experiencias, fueron publicados en Botánica indígena de Chile (1986).
Ajenos al método científico y a las especificidades disciplinares de la botánica, investigadores como Oreste Plath en su incansable esfuerzo de documentación de las tradiciones y culturas populares, han explorado la variedad vegetal chilena. Lo mismo, escritores, fotógrafos y creadores de los más diversos ámbitos, se han aproximado a la observación de la naturaleza ya sea como fuente de creación, como objeto de investigación y estudio o como medio para canalizar crítica social, política y económica a los sistemas de vida modernos, como Gabriela Mistral en uno de sus recados: "Nuestros cinco sentidos odian la aridez; cuerpo y alma nuestra buscan las verduras maternales que humanizan una geología salvaje. El hombre se regodea en el regazo de Ceres antes que en los niveles falsos de Neptuno o en la fragua negro-colorada de Vulcano. Lo que más nos gusta después de la criatura humana no es la bestia, es la planta".
Mistral exploró este "gusto" con profusión en sus obras y en su vida, desde sus estampas de plantas, pasando por las distintas versiones del Poema de Chile y sus delicadas descripciones de la flora nacional, hasta sus ocupaciones diarias y pasatiempos. Así, en la página doce del "Cuaderno número 57", en una entrada sin fecha, se lee: "Plantas de jardín plantadas por mí en La Orduña: cuatro hibiscus azules (rosa de Siria) ya prendidos, cinco hibiscus ídem aún no prendidos, tres rosas ya prendidas, dos rosas aún no prendidas. Para el frente de la casa grande faltarían aún 5 hibiscus azules". Este particular cuaderno, además de notas e indicaciones sobre el cuidado, tipo de tierra, luz y clima propicio para el cultivo de distintas especies, presenta también indicaciones para "ensayos", esto es plantar y cultivar, nuevos tipos de vegetación.
El 12 de septiembre de 1954, el escritor Luis Oyarzún, escribía en las páginas de su diario: "Doy gracias al cielo por estar aquí, al mediodía de un domingo azul de primavera. Al escribir me tiembla la mano, después de haber blandido el machete contra los troncos resistentes del chagual que defiende el delicioso tallo de su flor. Acompañado por Juan, el niño menor de nuestra mesonera doña Pascuala, fui más tarde, entre los perales floridos de los huertos, a recoger berros que crecen junto a hierbas buenas y botones de oro en el lecho de un pequeño arroyo que ha cavado un hondo cauce. Las colinas del llano amarillean de las mariposas del espinillo. Hallé la primera verbena silvestre del año. Tal vez es ésta la llamada verbena de tres esquinas. En estas alturas, no hay sino nubes blanquísimas que nacen como inspiradas en una intención de pureza, hechas para demostrar la inocencia del cielo y el poder genésico del sol que cubre aquí a las vacas que vuelven de los valles de invierno, a las abejas, a las plantas asombradas que van a florecer. Felices los oídos que escuchan el cacareo gozoso de las gallinas, que a esta hora viene de espesuras y parajes lejanos, como un estertor susurrado por la misma tierra. Felices los oídos que oyen un pío informal de pavos nuevos que recorren el huerto en busca de simientes sabrosas, de cogollos de perejil, de granos de maíz oculto entre las ortigas húmedas. Feliz mi espalda el sol puro calienta mientras escribo".
En efecto, uno de los deleites personales y principal tema en la obra de Oyarzún fue, precisamente, la naturaleza, como deja de manifiesto con su colección de textos Defensa de la tierra: "Quien lo veía partir, cargado de libros, de cuadernos, de apuntes, imaginábalo un estudioso alumno, acaso un profesor, dirigiéndose a clase. Iba a excursiones a pie por los campos y la montaña, a caza de yerbas minúsculas, cuyo nombre conocía, de rincones remotos, de oscuras quebradas donde pasaría tal vez la noche junto a una vertiente, bajo las estrellas" (Alone, "Defensa de la tierra", El Mercurio, 17 de febrero de 1974, p. 3).
Tal como Oyarzún, también fotógrafos han registrado, a través de sus cámaras, numerosas especies naturales. Entre ellos, cabe mencionar a Ignacio Hochhäusler, fotógrafo austríaco avecindado en Chile, quien alternó la fotografía de estudio y de la escena artísitica nacional, con fotografía de inspiración botánica, documentando árboles y flores silvestres, plantas medicinales y araucarias, entre otros.
[Arbol y flores silvestres] [fotografía] Ignacio Hochhäusler.
Archivo Fotográfico: Ignacio Hochhäusler
[Carta] 1951 ago. 9, Santiago, [Chile] [a] [Gabriela Mistral] [manuscrito] [José Santos González Vera].
Archivo del Escritor: Gabriela Mistral
Catálogo de semillas y plantas : en venta en la quinta de la Sociedad Nacional de Agricultura.
Sección Chilena: Colección General
Compendio de la historia geográfica, natural y civil del Reyno de Chile escrito en italiano por don Juan Ignacio Molina ... ; traducida en español por Domingo Joseph de Arquellada Mendoza ...
Sección Chilena: Colección General
[Dedal de oro; flor silvestre] [fotografía] Ignacio Hochhäusler.
Archivo Fotográfico: Ignacio Hochhäusler
[Dedalera; flor silvestre] [fotografía] Ignacio Hochhäusler.
Archivo Fotográfico: Ignacio Hochhäusler
Flora peruviana, et chilensis, sive, descriptione, et icones pantarum peruvianarum, et chilensium, secundum systema linneanum digestæ, cum characteribus plurium generum evulgatorum reformatis auctoribus Hippolyto Ruiz et Joseph Pavon.
Sección Chilena: Colección General
[Flor de Cactus blanca; Desierto florido de Atacama] [fotografía] Jack Ceitelis.
Archivo Fotográfico: Jack Ceitelis
[Flor de jote; Desierto florido de Atacama] [fotografía] Jack Ceitelis.
Archivo Fotográfico: Jack Ceitelis
Geografía botánica de Chile Carlos Reiche ; [editor general Rafael Sagredo Baeza ; traducción de Gualterio Looser].
Sala Medina: Biblioteca Fundamentos de la Construcción de Chile
[Hay gentes que niegan la belleza del jardín...] [manuscrito] Luis Oyarzún.
Archivo del Escritor: Luis Oyarzún
[Laguna de Nenúfares o lirios de agua] [fotografía] Jack Ceitelis.
Archivo Fotográfico: Jack Ceitelis
Lota - Jardin del Palacio en el Parque Cousino [fotografía] Carlos Brandt.
Archivo Fotográfico: Carlos Cornejo